Diríase que la fotografía lleva siempre su referente consigo, estando ambos marcados por la misma inmovilidad amorosa o fúnebre.
Sea lo que fuere lo que ella ofrezca a la vista y sea cual fuere la manera empleada, una foto siempre es invisible: no es a ella a quien vemos.
Roland Barthes
Este proyecto, entre otras cosas, trata exactamente de la negación de estas dos afirmaciones.
Es verdad que casi siempre, cuando alguien contempla una foto, ocurre exactamente lo que Barthes afirmaba más arriba: la fotografía es simplemente la ventana en la que uno se asoma a lo que ha sido fotografiado. Probablemente esa era, precisamente, la intención del fotógrafo: proporcionar esa ventana.
Pero no es el caso cuando de lo que se trata es expresar las sensaciones, las vivencias sentidas cuando se toma la imagen de la escena que las genera. Hablamos de la expresión de las sensaciones, de las emociones subjetivamente sentidas por el fotógrafo y que podrían o no ser compartidas por otros que contemplen la misma escena; es más, puede que sea su particular forma de mirarla la que le haga ver cosas, aspectos de la realidad que a otros se les escapan, y que sea precisamente a través de su mirada que puedan hacerse patentes a los demás.
Es evidente que una fotografía lo es siempre de algo. La cuestión es si, al igual que una pintura es más que los pigmentos constituyentes, una fotografía puede ser más que ese algo a partir del cual se ha creado; no ser ya lo fotografiado, al menos no sólo, tal vez lo que menos. En definitiva, despegar de su referente y, en tanto que lo consiga, alcanza una existencia propia en la que el observador la contempla por sí misma, deja de mirar a través de ella, momento en que ya no es más ventana a la realidad que le dio vida, sino que ella se constituye en un nuevo elemento de realidad por sí misma.
En este punto creo necesario señalar que en estas imágenes he buscado la mayor fidelidad a la realidad exterior de la cual proceden. El proceso de postproducción se limita a obtener el máximo del potencial de color o textura que la cámara haya captado. Es importante para mí ser fiel, en lo esencial, a la realidad externa que se ha fotografiado, y esto por varias razones.
Primero, en relación a mí mismo como autor. Estas fotografías exigen seleccionar, al componer la imagen, entre la infinitud cromática, de texturas y formas de la escena que se contempla, para extraer de ella los elementos visuales que generan la sensación de que en esa escena “hay algo especial” que merece ser registrado y tal vez propuesto a otros. Es decir, no se trata de transformar la realidad en el proceso de edición, sino de mostrar lo que una mirada atenta a ella nos puede proporcionar.
Aislar los retazos de armonía, orden, simetrías etc. existentes en el caos presente ante nuestros ojos, obteniendo así una imagen con su propio sentido (al menos para mí, quizás también para otros), me hace sentir un poco como un demiurgo interviniendo en el mundo e introduciendo un elemento de orden, acaso de armonía, en él.
En segundo lugar, este anclaje en lo real es importante porque proporciona un puente entre el autor y el espectador, así como una base para una posible comunicación entre este y la obra, en tanto que la realidad, que esta expresa fielmente, pertenece a ambos por igual. Tal vez sea ahí donde radique la posibilidad de que, al igual que el autor cuando tomó la imagen, el observador cuando la observa perciba que hay algo en ella que no le es ajeno.
Subjetividad en la mirada que elige la imagen a fotografiar, fidelidad de dicha imagen a la realidad que se ha querido fotografiada. En todo caso, es desde esta radical declaración de subjetividad en la realización de las fotografías desde la que quiero constituirlas en nuevos elementos de realidad que proponer al observador que las contempla.
Este es un proyecto abierto que se prolonga a lo largo del tiempo. No busca describir un sujeto o estudiar un tema, solo es una forma particular de observar la realidad y plasmar esta mirada en una fotografía.